Por: Tania Medina S.
“Quien no oye consejo, no llega a viejo”, “Con un consejo y un duro, sale el hombre de un apuro”, y muchas otras frases más se escuchan refiriéndose a lo importantes y valiosos que pueden ser los consejos en momentos de duda y necesidad. Pero ¿puede una joven dar un buen consejo o es edad de recibirlos? Y si es posible, ¿Cómo saber si salen de nuestra boca palabras necias o un buen consejo?
“Quien no oye consejo, no llega a viejo”, “Con un consejo y un duro, sale el hombre de un apuro”, y muchas otras frases más se escuchan refiriéndose a lo importantes y valiosos que pueden ser los consejos en momentos de duda y necesidad. Pero ¿puede una joven dar un buen consejo o es edad de recibirlos? Y si es posible, ¿Cómo saber si salen de nuestra boca palabras necias o un buen consejo?
Si
al establecer criterios para dar un buen consejo, se descubren cualidades que
se poseen, entonces no es imposible aconsejar acertadamente a quien lo
solicita:
·
Saber de qué se habla:
“Más
sabe el diablo por viejo que por diablo” no es una frase que implique que ser
anciano te hace experto en múltiples temas, sino que al vivir se van recogiendo
aprendizajes y experiencias que luego se pueden aplicar a otra situación o
problema que la persona, o alguien cercano deba enfrentar.
Pero
la moderna generación está más informada gracias a los distintos medios al
alcance, y también empieza a vivir más situaciones como dramas familiares,
afectivos, escolares, de salud… que generaciones anteriores. Así que ahora hay
más temas sobre los que un joven puede hablar con familiaridad; es más, que le
buscan por su cercanía con ciertas temáticas: tecnología, moda y tendencias,
entretenimiento (series y películas, incluso libros) y otros dependiendo de las
circunstancias y preferencias individuales de cada uno.
·
Saber
escuchar:
Hay
que aprender de los profesionales: Curas, consejeros, psicólogos y hasta
médicos, antes de dar cualquier opinión o recomendación escuchan toda la
historia: Qué pasó, cómo se siente la persona que les consulta, qué ha pensado
al respecto. A veces la respuesta va implícita en la pregunta, a veces la
persona sabe qué hacer pero quiere que alguien se lo diga, a veces cosas que la
persona tacha de irrelevantes son realmente importantes y son más fáciles de
ver desde una perspectiva externa. A veces sólo hay que escuchar.
·
Aceptar las propias falencias:
Nadie
sabe todo respecto a todos los temas. Nadie es perfecto. ¿Cómo aconsejar en el
área de matemáticas si lo vas reprobando? Es mejor no hacerlo, es mejor aceptar
las áreas en que no se es tan bueno y así poder dar un sabio consejo. Como
hacen los médicos, una remisión a alguien que sí sepa, un experto en el tema.
Si no se puede, por ejemplo ser psicólogos porque el tema es muy serio, es un
muy buen consejo recomendar una visita al psicólogo, ayudando a espantar los
miedos al respecto ( no atienden sólo a locos, es normal requerir ayuda, hablar
con un especialista puede hacer bien).
·
Ver el todo y sus partes:
La persona que pide consejo está
‘dentro’ del problema que comenta; al estar fuera de él se puede tener una
visión más completa. Ver los otros involucrados y en qué medida se ven
afectados, notar los detalles que puedan pasar ignorados por la preocupación de
quien busca consejo y, a la vez, tener el panorama general más amplio y claro
para así ayudar a orientar.
Se puede conocer si es un caso aislado o
si ha habido un historial y también se pueden hacer proyecciones a futuro en el
mejor y el peor de los casos. Se puede dar una visión aterrizada de la
situación y un consejo acertado.
·
Comprometerse con la sinceridad:
Si se va a dar un consejo, hay que
hablar ante todo con sinceridad. Se deben dejar a un lado las preocupaciones
por la reacción de la persona, el miedo a afectar la relación que se tiene. Si
eres consultado, es porque confían en tu opinión y les interesa saber lo que
piensas. Una verdadera amistad no se destruye por decir verdades incómodas, por
el contrario se fortalece y nutre al ver el apoyo y lo sincera que es su
conexión.
·
Escoger bien las palabras:
Los
consejos se deben dar con tacto y claridad. Con tacto para no herir
susceptibilidades, generar aversión o hacer pensar al interlocutor que no se
está interesado en el tema que tanto le preocupa o aflige o que incluso llegue
a pensar que te alegra su sufrimiento. Y
con claridad para no generar malentendidos o confusiones que lleven a que se
entienda lo contrario a lo que se desea sugerir. Los consejos se deben dar en
un lenguaje sencillo, demostrando cercanía y empatía, valiéndose de ejemplos y
analogías si es necesario para hacerse entender pero dejando en claro qué se
quiere decir y, sin olvidar que es una opinión y que la persona que consulta
tiene al final toda la libertad de decidir qué hacer (inclusive aunque no sea
lo que sugerimos).
Tras
ver todos estos puntos sabemos que hay bastantes cosas para considerar a la
hora de dar un consejo, pero se puede decir que cualquiera, desde que esté en
buena disposición, pensando en el beneficio de quien le consulta, y le apueste
a la honestidad aunque esto implique aceptar los propios errores o el
desconocimiento de ciertos temas, puede dar un sabio consejo, orientador y de
utilidad; es decir, un buen consejo.
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