Experiencia Personal Y Cuidados.
Por: Tania Medina S.
Cuando me comprometí a seguir la recomendación
de lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de mi bebé,
tenía varias preocupaciones, respecto a la cantidad de leche que podría
producir, a las comidas y productos para favorecer una alimentación segura y
nutritiva, y claro, a la mastitis, que, según investigadores, llega a afectar
hasta a un 33% de las madres lactantes y que nos pone a enfrentar el dilema de
seguir amamantando a nuestro hijo aguantando el dolor y el resto de síntomas o
abandonar de forma precoz la lactancia, afectando la nutrición de nuestro
pequeñín. (Mediano, 2016)
Teniendo esta preocupación en mente, seguí todo
tipo de precauciones para prevenir este flagelo, siendo los más importante de
todos, el lavado de los senos con abundante agua tras cada toma, y la rotación
del seno para amamantar con el fin de no delegar toda la carga en un solo pecho
llevando a su hinchazón. Pero, a pesar de mis claras intenciones y mi
conocimiento del tema, el primer mes de mi bebé fue una experiencia totalmente
nueva para mí, algo para lo que ni todos los libros te pueden preparar hasta
que lo vives, días locos, maravillosos y sumamente agotadores, sumado esto a mi
proceso de recuperación de una cesárea, lo cual en muchas ocasiones me llevaba
a caer dormida junto a mi niño mientras le daba pecho. Entonces, ocurrió.
Amanecí un día, con un seno mucho más grande y
duro que el otro, el izquierdo que es el preferido de mi chiquitín; lo sentía
caliente y tieso; y yo me sentía débil y con molestia general, y del dolor al
tacto ni qué decir, algo que no se le desea ni a tu peor enemigo; pero yo no me
quería dar por vencida, así que recurrí a diferentes estrategias para ayudarme
con esta molesta afectación sin interrumpir la rutina de alimentación de mi
hijo:
Con agua de hojas de papayo me realizaba baños
dos veces al día, me ponía constantemente pañitos humedecidos con agua tibia
con un poquito de sal, y, lo más importante: A pesar del dolor e incomodidad,
ponía a mi bebé a tomar común y corriente para que me ayudar a deshinchar el
seno afectado. Claro, me preocupaba que mi leche estuviera ‘picha’ o tuviera
algún tipo de infección que pudiera afectarlo, pero una rápida búsqueda en
internet calmó mi preocupación y reafirmó que continuar con la lactancia es
efectivamente la mejor estrategia para superar la mastitis de lactante en sus
etapas iniciales. Fui disciplinada y, con la ayuda de mi pequeñín, superé en un
par de días esta dolencia, y estoy 100% convencida de que no rendirme fue la
decisión indicada, pues, al día de hoy, a puertas de cumplir su primer añito y
ya con alimentación complementaria, mi nené es supremamente sano y ha tenido un
desarrollo tanto físico como cognitivo ideal para su edad, además de los
beneficios emocionales y relacionados con el apego que la lactancia materna
provee.
Así, he aprendido que la mastitis de lactante
es un tema del cual se debe hablar sin tapujos, que no nos avergüence pedir ayuda
y consejo, no somos la primera ni la última mamita que ha tenido que
enfrentarla; que la mejor estrategia es la prevención, pero que en el caso de
adquirirla, no dejemos que ello nos impida continuar dando el mejor alimento
para cuerpo y mente de nuestros hijos: la leche materna.
Referencia Bibliográfica:
Mediano, P. (2016). Etiología y epidemiología
de las mastitis humanas. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España.
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