A
don José siempre le ha gustado endulzar la vida de las personas, cosa
que logra con los deliciosos raspados que vende, pero que también
consigue cuando con su melodiosa voz interpreta canciones autóctonas
del Huila.
Muchos
individuos transitan por los alrededores del Centro de Convenciones sin
detener su mirada en ese hombre de baja estatura, tez morena, ojos
negros y cabello color azabache que aparenta unos 45 años; para ellos es
parte del paisaje. Otros, asediados por el calor, se detienen a pedir
un raspado o ‘copito’, pero son pocas las personas que conversan con él sobre
cosas diferentes al clima que azota a Neiva. Éstas descubren que el
vendedor de raspados es un ser humano con sueños e ideales como
cualquier otro.
La
pasión de don José es la música. Con la misma facilidad con la que
prepara los raspados, desprende notas de su guitarra. Su familia vive
del dinero que consigue con su venta de copos de nieve, pero él vive de
la ilusión de ser reconocido por su talento artístico.
José
Ermilo, una persona tan original y excepcional como su nombre, a sus 55
años de edad, recuerda que a temprana edad dio sus primeros pasos en un
mundo de acordes y compases y que a los 12 años incursionó en el canto
siguiendo el ejemplo de su abuelo, un tiplero guadalupano. A
pesar de haber irrumpido a tan corta edad en la esfera artística, hace
apenas 5 años lanzó su primer CD, titulado “Las Golondrinas”, en el cual
hay sanjuaneros, ritmo de caña y rajaleñas. En su obra sólo se
encuentran melodías tradicionales, todas de su autoría, porque siente que hay
que rescatar las raíces folclóricas de la región. Ermilo destaca el amor
de los llaneros por su cultura y sus costumbres, poseen un sentido de
identidad del que, según él, carecen los opitas. “Los huilenses quieren
ser costeños o gringos” dice.
El
CD de este compositor, guitarrista, bajista y tiplero no ha tenido gran
acogida tanto por falta de promoción como por la carencia de sentido de
pertenencia de una población que cree que el país no es más que
vallenato y olvida a maestros como Jorge Villamil Q.E.P.D y a aquellas
personas que intentan transmitir el legado cultural del departamento,
por eso, en el canguro donde reposa el dinero que ha de llevar a casa,
descansan también los CDs que orgulloso muestra cuando alguien lo
reconoce.
Toda
su vida ha interpretado dos géneros musicales: tradicional por gusto y bailable por
necesidad. Aunque en su repertorio también hay salsa y merengue siente
el deber de rescatar los ritmos de su tierra. Él conoce Colombia, ha
vivido en Bogotá, los llanos y la costa y dice sentirse honrado cuando
en otros lugares le piden tocar un sanjuanero o cantar un rajaleña, pues
ellos aprecian lo hermoso de este terruño, “los de acá oyen sonar un
sanjuanero y dicen ¡qué boleta!” afirma entre jocosidad y pesadumbre.
Los
47 años de trabajo de José Ermilo Sunce Quesada en el sector no han
sido bien recompensados. Aunque ha visitado todas las emisoras de la
ciudad, en muy pocas suenan sus canciones y su grabaciones no han tenido mucha
salida. Sin embargo, ha tenido reconocimientos a su labor como cantante
y compositor, un ejemplo es la nominación en los Galardones CUN del
2009 y el hecho de que sonara un verso de su canción “Sampedro en el
Huila” en el comercial que invita a visitar Neiva durante las
festividades de mitad de año, anécdota que recuerda entre orgullo y
decepción, pues no le dieron el reconocimiento debido.
Como
muchos artistas, seguirá esperando la oportunidad de ser reconocido y
poder vivir de lo que realmente le gusta: la música. Para ello, los
opitas deben empezar a valorar lo propio, apreciar la belleza que posee
la tierra del Magdalena y el sentimiento de un bambuco o un sanjuanero.
Nada sencillo. ¿No lo creen?
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