sábado, 8 de diciembre de 2012

EL ARTISTA: ENTRE EL DEBER Y EL PLACER

A don José siempre le ha gustado endulzar la vida de las personas, cosa que logra con los deliciosos raspados que vende, pero que también consigue cuando con su melodiosa voz interpreta canciones autóctonas del Huila.

Muchos individuos transitan por los alrededores del Centro de Convenciones sin  detener su mirada en ese hombre de baja estatura, tez morena, ojos negros y cabello color azabache que aparenta unos 45 años; para ellos es parte del paisaje. Otros, asediados por el calor, se detienen a pedir un raspado o ‘copito’, pero son pocas las personas que conversan con él sobre cosas diferentes al clima que azota a Neiva. Éstas descubren que el vendedor de raspados es un ser humano con sueños e ideales como cualquier otro.

La pasión de don José es la música. Con la misma facilidad con la que prepara los raspados, desprende notas de su guitarra. Su familia vive del dinero que consigue con su venta de copos de nieve, pero él vive de la ilusión de ser reconocido por su talento artístico. 

José Ermilo, una persona tan original y excepcional como su nombre, a sus 55 años de edad, recuerda que a temprana edad dio sus primeros pasos en un mundo de acordes y compases y que a los 12 años incursionó en el canto siguiendo el ejemplo de su abuelo, un tiplero guadalupano. A pesar de haber irrumpido a tan corta edad en la esfera artística, hace apenas 5 años lanzó su primer CD, titulado “Las Golondrinas”, en el cual hay sanjuaneros, ritmo de caña y rajaleñas. En su obra sólo se encuentran melodías tradicionales, todas de su autoría, porque siente que hay que rescatar las raíces folclóricas de la región. Ermilo destaca el amor de los llaneros por su cultura y sus costumbres, poseen un sentido de identidad del que, según él,  carecen los opitas. “Los huilenses quieren ser costeños o gringos” dice.  
El CD de este compositor, guitarrista, bajista y tiplero no ha tenido gran acogida tanto por falta de promoción como por la carencia de sentido de pertenencia de una población que cree que el país no es más que vallenato y olvida a maestros como Jorge Villamil Q.E.P.D y a aquellas personas que intentan transmitir el legado cultural del departamento, por eso, en el canguro donde reposa el dinero que ha de llevar a casa, descansan también los CDs que orgulloso muestra cuando alguien lo reconoce.  
Toda su vida ha interpretado dos géneros musicales: tradicional por gusto y bailable por necesidad. Aunque en su repertorio también hay salsa y merengue siente el deber de rescatar los ritmos de su tierra. Él conoce Colombia, ha vivido en Bogotá, los llanos y la costa y dice sentirse honrado cuando en otros lugares le piden tocar un sanjuanero o cantar un rajaleña, pues ellos aprecian lo hermoso de este terruño, “los de acá oyen sonar un sanjuanero y dicen ¡qué boleta!” afirma entre jocosidad y pesadumbre.

Los 47 años de trabajo de José Ermilo Sunce Quesada en el sector no han sido bien recompensados. Aunque ha visitado todas las emisoras de la ciudad, en muy pocas suenan sus canciones y su grabaciones no han tenido mucha salida. Sin embargo, ha tenido reconocimientos a su labor como cantante y compositor, un ejemplo es la nominación en los Galardones CUN del 2009 y el hecho de que sonara un verso de su canción “Sampedro en el Huila” en el comercial que invita a visitar Neiva durante las festividades de mitad de año, anécdota que recuerda entre orgullo y decepción, pues no le dieron el reconocimiento debido.

Como muchos artistas, seguirá esperando la oportunidad de ser reconocido y poder vivir de lo que realmente le gusta: la música. Para ello, los opitas deben empezar a valorar lo propio, apreciar la belleza que posee la tierra del Magdalena y el sentimiento de un bambuco o un sanjuanero. Nada sencillo. ¿No lo creen?  

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