María Delia Sánchez y su hija, Irma Sánchez, han cumplido 40 y 30 años respectivamente de vivir en la ciudad natal del ‘Compositor de las Américas’. Ellas son dos tolimenses que, como muchos otros, se pegaron la rodadita y establecieron su morada en Neiva.
María Delia salió de Cunday por “Cosas de la vida”. Abandonó el municipio de 8.445 habitantes, situado en el oriente del Tolima, con ganas de conocer y recorrer el territorio nacional. Llevaba consigo a su hija, Irma, quien apenas cursaba básica primaria. Su viaje tuvo una escala inicial en Girardot, donde estuvieron durante 3 años, luego vivieron en Ibagué por casi dos años, allí nació su segundo hijo: ‘Toño’. Después llegó al Huila. Pasó por Teruel, Íquira, La Plata… hasta que, durante el gobierno de Alfonso López Michelsen exactamente en el Año Internacional de la Mujer, 1975, conoció Neiva, ciudad en la que residen aproximadamente 335.000 habitantes en su zona urbana, y aquí decidió quedarse.
Recuerdos y nostalgia
Doña María admite que aún extraña su tierra y que por eso de vez en cuando vuelve al municipio que la vio nacer: “Lejos, lejos, hago una visita al pueblo natal. Nada me queda allá, sólo ir a recordar lo que fue de uno”.
Al respecto, su hija expresa: “Hace ya tanto tiempo que no vivo allá que poco me inspira. Pero cuando voy, claro que se agolpan recuerdos. Lo reconozco como mi terruño. Allá nací, crecí. Es un lugar tranquilo pero no mantengo contacto, quizá a veces añoro ese sitio por el campo y la tranquilidad que éste brinda. Cunday es llamado Tesoro Natural del Tolima con justa razón: la belleza de sus paisajes y su encanto rural hacen de él un paraíso que está en el recuerdo”. Complementa: “Aún evoco los juegos de la infancia en las grandes casas de los abuelos donde uno se perdía entre cafetales, cacaotales y podía disfrutar de la naturaleza en su propio patio”.
La ciudad de las puertas abiertas
María Delia siente que el Tolima Grande no se ha desintegrado: “Son tantas las costumbres compartidas y tan similares las tradiciones que podemos decir que ese lazo de hermandad entre Tolima y Huila no se ha deshecho. No importan las divisiones políticas y económicas que haya entre ambos departamentos, un tolimense puede sentirse como en casa en cualquier municipio del Huila igual que un opita será siempre bien recibido en la tierra de los pijaos”. A la capital bambuquera la define como una ciudad de puertas abiertas, incluso relaciona el clima con la calidez de los neivanos, a quienes describe como gente amable y alegre.
Irma dice: “Llegué a estudiar, a formarme como persona. Aquí forjé mi vida. Es el lugar en donde eché raíces, formé mi familia y tuve a mi hija. También hallé la profesión que amo y que aún desempeño: la docencia”.
Neiva es conocida como la capital del río Magdalena, según ella porque: “Una de las cosas más bonitas de la ciudad es el río que la atraviesa, es majestuoso. Resulta gratificante sentarse a observarlo y sentir su brisa tocando suavemente tu rostro. Sus orillas son un gran lugar para pensar, leer, divertirse y hasta para llorar”, razón por la cual asegura que obras como el Malecón ayudan a la ciudad a retornar su mirada al origen de la misma, al río que da vida al territorio nacional, esa forma fluvial que inunda al municipio y a toda Colombia de mitos y leyendas fabulosos, de historias y anécdotas, de frescura y tranquilidad.
Neiva, de pueblo grande a ciudad intermedia
Sobre el progreso de la ciudad, María Delia afirma que Neiva ha crecido bastante, puesto que mucho de lo que hoy existe no estaba hace veinte años. También asegura: “A la capital la hace todo eso: los supermercados, las ventas, los almacenes. Eso ayuda al desarrollo de la población. Cambia las dinámicas, cambia a la gente. Vamos rápidamente convirtiéndonos en citadinos porque ya no vivimos en un pueblo grande, sino en toda una ciudad”.
A propósito, su hija dice: “Así como yo he ido creciendo, también lo ha hecho la ciudad. Ahora se muestra más moderna y desarrollada. Tiene mucho más que ofrecer, se ha vuelto más vistosa, se ha ampliado”.
‘Aquí estoy y aquí me quedo’
Irma también afirma: “Aquí tengo mi casa, tengo mi trabajo, es el lugar donde está mi hogar. No podría dejar a mi familia, a mis amigos. Además, la ciudad tiene un buen futuro. En los últimos años se ha ido perfilando moderna, agradable y atractiva para propios y visitantes. No hay razones para dejar estas tierras, sólo mil motivos para quedarse”. Y no es la única. Según el censo del DANE realizado en 2005, el 36,9% de la población de Neiva, alrededor de 130.000 personas, proviene de otros municipios.
A doña María hay muchas cosas que la unen a la Capital Bambuquera de América: tiene una tienda a la que ha dedicado dieciséis años de su vida y, aún más importante, su hija menor, Ángela, y los siete nietos que sus tres hijos le han dado nacieron aquí. Por eso con seguridad expresa: “Ya me siento neivana, aclimatada acá porque ya son cuarenta años viviendo en este lugar, muchas experiencias vividas y gran cantidad de recuerdos y no veo por qué ir a otra parte, ahora ni pienso en seguir el recorrido que empecé hace tantos años. Ya de acá me llevan pa’l cementerio”.
La ciudad, próxima a cumplir 400 años ha enamorado a María Delia, quien afirma: “De estas tierras me gusta todo: su gente, sus comidas, sus fiestas. Como el San Pedro en Neiva, ninguno” y a otros tolimenses, como el poeta José Libardo Medina, quien compuso estos versos a la tierra que lo acogió:
“Eres más que ciudad, eres la aldea
Donde se cuece el trovar y el pentagrama;
Para ti no se hicieron las mañanas
Porque la luna sin rubor platea.”
Artículo de mi autoría publicado en el diario La Nación.
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